EFECTOS PSICOLÓGICOS DEL VERANO

         Está demostrado que el clima influye en nuestro estado de ánimo. En días de invierno grises, fríos o lluviosos, generalmente nuestro estado de ánimo decae: estamos más apáticos, tristes y de peor humor. En días de sol, nuestra actitud cambia a un mejor humor y más iniciativa para hacer cosas.
Algo que puede explicar esta diferencia es que la exposición a la luz solar promueve que nuestro cerebro segregue un neurotransmisor muy importante para el estado de ánimo: la serotonina. Esta sustancia aumenta al amanecer y disminuye al atardecer. Denominada como la “molécula de la felicidad”, niveles altos de serotonina se relacionan con estados anímicos positivos, y niveles bajos durante un tiempo prolongado pueden promover estados depresivos. De hecho, algunos estudios demuestran que en países con poca luz solar hay más tasa de depresión y más intentos de suicidio.
Sin embargo, también el sol tiene su lado oscuro, sobre todo cuando el calor aprieta. El ser humano está diseñado para buscar su “confort climático”, es decir, la temperatura en la que el organismo funciona óptimamente: entre 21 ºC y 25 ºC. Y es que las altas temperaturas pueden perjudicar nuestro estado de ánimo produciendo irritabilidad, impaciencia y ansiedad.
Cuando nos exponemos a altas temperaturas de forma prolongada, nuestro organismo trabaja duramente para mantenerse en su “confort climático” (las altas temperaturas pueden llegan a producir la muerte en organismos débiles o enfermos). Como consecuencia, experimentamos un estado de decaimiento, apatía y baja energía. A esto se le suma las alteraciones en el sueño: el calor dificulta el sueño reparador, por tanto, podemos estar menos enérgicos y más irritables.
Sin embargo, podemos y debemos gestionar estas dificultades estivales manteniéndonos en lugares frescos en las horas de más calor, teniendo una buena alimentación e hidratación, y compensando el descanso con una reparadora siesta. Además, no debemos olvidar que el sol es la mayor fuente de energía y vitalidad. Y el verano, un periodo que propicia innumerables oportunidades de experiencias gratificantes:
MÁS TIEMPO LIBRE. En muchos casos se reducen las jornadas laborales, teniendo más tiempo para el ocio. Y aunque no sea así, los días se alargan, y hay opciones de disfrute propias del periodo estival: cursos, actividades o talleres de verano, escapadas, viajes, o simplemente asistir a un monólogo en un bar o disfrutar del anochecer al aire libre.
MÁS OPCIONES SOCIALES. El verano es la estación de más movimiento de personas: nos desplazamos a diferentes lugares y nos cruzamos con nuevas gentes. Si adoptamos una actitud abierta, podemos enriquecernos enormemente de ello. Conocer a nuevas personas, de diferentes lugares, con distintas experiencias nos inspira a la creatividad y a la felicidad. Hay estudios que revelan el verano como la estación en la que se inician más amistades y relaciones de pareja. Atrevernos a salir de nuestra “zona de confort”, formada por las personas ya conocidas, y ampliar nuestro círculo con nuevas personas enriquece enormemente nuestro cerebro y amplía nuestros recursos personales.

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MAYOR BÚSQUEDA DE PLACER. En verano nos orientamos más a las experiencias placenteras, de cualquier tipo: buscamos disfrutar de bebidas refrescantes, de la comida, en su diversidad estival (en verano hay más variedad de frutas, tomamos más verduras frescas, con el aporte de vitaminas que ello conlleva); disfrutar de actividades lúdicas, como el baile, los deportes acuáticos y también suele subir el deseo y los contactos sexuales.

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MEJOR IMAGEN FÍSICA: El sol, además de aportarnos vitamina D, broncea la piel y nos da un aspecto más saludable y favorecedor. Todos sabemos que una mejor imagen física sube nuestra autoestima y estado de ánimo.
MÁS CONTACTO CON LA NATURALEZA: EL MAR. En cualquier momento del año es positivo disfrutar de la naturaleza. Numerosos estudios han demostrado que esto nos aporta vitalidad y salud física y psicológica. En verano, es más habitual el contacto con el mar, con los numerosos beneficios que ello conlleva. Simplemente observar el mar es en sí una técnica de relajación. Contemplar el movimiento y el romper repetitivo de las olas nos induce un estado de relajación y sosiego. Además, si tomamos un baño, el contacto de la piel con el agua de mar tiene efectos curativos gracias a su gran cantidad de sales, minerales y oligoelementos. Nuestro cuerpo se renueva y nuestra mente se despeja y se calma.

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Ahora, eres tú quien decides si aprovechar todas estas oportunidades de bienestar que brinda el verano. Mi consejo: «Busca las circunstancias, y se darán las experiencias».

Mónica Ferrera, psicóloga y psicoterapeuta.

www.monicaferrera.es

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  • Mónica Ferrera

  • "A través de este blog quiero compartir conocimientos y experiencias sobre la mente, el comportamiento y el sentir humano. Lejos de tecnicismos y diagnósticos psiquiátricos, me centro en la vida misma, en los condicionantes que influyen día a día en la felicidad o infelicidad de cada uno de nosotros. Para ello me baso en mi experiencia clínica en la consulta, en mi pasión por seguir formándome y aprendiendo cada año, cada día; en numerosas investigaciones que he contrastado; y cómo no, en mi experiencia personal. Mi objetivo es aportar y compartir. Mi deseo, poner en tus manos herramientas para ser más feliz."
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